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ARTE CONTEMPORANEO MODERNO: UNA BREVE SINOPSIS AL REGISTRO ESTÈTICO SALVADOREÑO
Por Álvaro Sermeño.
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La consideración del arte contemporáneo es un sistema de complejidad de comunicación estética conceptual. En nuestro país, en materia estética poco se ha trabajado desde el campo teórico sobre dicho tema, y si se ha hecho, está dirigido a partir bajo un enfoque de las corrientes eurocéntricas del arte occidental.
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La contemporaneidad y lo moderno son dos tópicos que poco se discute, en su relación obligada entre el arte y la ideología. Precisamente, el arte es una dimensión que alcanza y sobrepasa a la labor creativa cotidiana, y debe considerarle, dentro del compromiso de producir estéticamente el reflejo de su contemporaneidad a través de la imagen estética, sea ésta: gráfica, pictórica, auditiva, digital o mediante otros medios.
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Pero que pasa con la contemporaneidad estética de lo producido en espacios que no son para UN PUBLICO ELITE CONSUMIDOR DE ARTE, o para visitantes de un grupúsculos minoritarios del poder económico, que compite frente a una gran masa necesitada de consumir arte alternativo- pero que esta producción alternativa- no es considerada por “los estetas cultos de dicha elite” como “arte”, ya que no responden a ciertos cánones, y a tal contemporaneidad, a gustos, estilizaciones, entre otros conceptos clásicos contemporáneos sobre dicha significación. Tal es el punto que se ve excluido el arte elaborado por esa masa popular que se alimenta a diario de esa contemporaneidad económica, política, social y cultural y la cual lo traduce respondiendo a su visión ideológica y política a dicha producción estético -artística.
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Sin embargo, el arte que es producto utilitario para sufragar las diferentes necesidades diarias o cotidianas de la población, o del vulgo como lo plantean “los estetas clásicos”, no es reconocido como tal, porque carece de las categorías, reglas que lo definen como contemporáneo. Qué sucede con el arte salvadoreño producido en las comunidades rurales del país, ¿y las semi urbanas, y del arte completamente urbano que se produce en las calles de las principales ciudades?, tal es el caso de numerosos grafittis y pintas que aparecen pintados en muchas paredes de San Salvador, los cuales son manifestaciones estético-ideológicas.
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Estos mismos productos colgados o montados en las “principales galerías elites o museos de prestigio” son inmediatamente considerados como tal, “obras artísticas contemporáneas”, ya que rompen con los cánones clásicos, forman parte de lo exclusivo, son productos singulares, atraviesan o cumplen con las categorías de modernidad y pos modernidad, y sobre todo son considerados artículos o artefactos denominados -obras legitimas de arte contemporáneo- u obras del arte moderno.
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Entre esta aparente relatividad cultural, es el sistema político y económico quien determina o define las reglas del juego, de lo que es considerado arte conceptual, moderno o contemporáneo. ¿Será acaso las sociedades del futuro quienes consideren lo que es moderno o contemporáneo para nuestra época?-
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Imaginémonos, una sociedad salvadoreña del siglo XXIII, que nos vea, quizás, como el medioevo centroamericano o salvadoreño a nuestro tiempo- una sociedad medieval- del pasado histórico cuscatleco, en donde gobiernan políticos onerosos, fastidiosos, ególatras y sobretodo, gobiernos impunes, entre criminales o asesinos sicarios, entre narcodiputados, terroristas que se alimentaban de las entrañas de este pueblo contemporáneo a Mons. Romero, contemporáneo a un Camilo Minero, Luís Ángel Salinas o a un Salarrué pintor, literato y escultor (este último), a una “Juana la del Mercado Central” que vende frutas o cereales de primera necesidad bajo el intenso sol; a una Julia Díaz, Claudia Lars entre otros y otras; contemporáneos a una sociedad salvadoreña que ha sobrevivido a los embates del tiempo, a las capturas, al perseguimiento desde el martinato, y durante décadas posteriores al arenato; entre otros modelos de democracia medieval neoliberal salvadoreña y modelo a seguir. La contemporaneidad es relativa al tiempo vivido, o en el cual nuestra sociedad salvadoreña (para el caso) se enfrenta al devenir histórico.
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Ante todo lo producido por esta época, es considerado “contemporáneo” en el momento histórico vivencial. Pero como lo analizaría Humberto Eco, ¿Acaso somos la sociedad medieval del futuro?
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